Ayuda Mutua de Inmigrantes
Una amplia red de ayuda mutua ha surgido para atender las necesidades de los inmigrantes sin vivienda en Denver
Sierra Coye, estudiante de doctorado de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Denver (GSSW), estaba en el pórtico de su casa relajándose después de clase a principios de otoño cuando una madre y sus dos hijos pequeños pasaron por allí y preguntaron en español dónde estaba la escuela. Coye decidió acompañarles a la escuela primaria más cercana. Aquellos pasos resultaron ser los primeros de un largo viaje caminando al lado de una familia inmigrante que apenas llegaba a Denver.
La familia—Alejandra y sus hijos, de 9 y 5 años (nombres y otros datos identificativos han sido cambiados u omitidos para proteger la privacidad de la familia)—había salido del albergue a las 7:30 de esa mañana y había estado caminando todo el día en busca de la escuela primaria en la que esperaban matricularse. Tan solo unos días antes, habían llegado en autobús desde la frontera sur de Estados Unidos, en Texas, tras un viaje de meses a pie huyendo de la violencia en su país de origen Sudamericano.
Los niños tenían hambre, así que Coye invitó a la familia a cenar con ella. "Fue entonces cuando descubrí que el albergue no les proporcionaba [suficiente] comida, que estaban en una habitación con otras 10 personas, que sólo tenían dos sets de ropa cada uno y nada de artículos de aseo, y que al niño de 5 años se le caían los zapatos". Coye llamó a su compañera de doctorado Olivia Hunte, MSW '15. "Le dije que tenía que activar la ayuda mutua, ahora".
"Pensé que seríamos capaces de averiguar qué estaba pasando, que podríamos activar la ayuda mutua y que podríamos pasarlos a una organización que sí les ayudara", dice Coye. "Estaba muy equivocada".
Esto se debe a que las agencias gubernamentales y sin fines de lucro de Denver y de todo Colorado se han visto inundadas por la magnitud de la necesidad. Más de 32,000 inmigrantes procedentes de Venezuela y otros países de América Central y del Sur han llegado a Denver desde la frontera sur de Estados Unidos en el último año, transportados en autobús a Denver por el Estado de Texas y abandonados—muchas veces a la mitad de la noche y sin comida, cobija, ni ropa de invierno—en las calles de la ciudad. La Ciudad de Denver proporciona alojamiento temporal en hoteles, pero una vez finalizada la duración de acogida, los inmigrantes son abandonados en las calles, donde cientos de ellos han acabado en campamentos de tiendas de campaña.
Coye y Hunte movilizaron sus redes personales y profesionales para ayudar, incluidos otros estudiantes de doctorado y la Decana Asociada de Educación Doctoral, Jennifer Greenfield. Algunas personas tradujeron, otras proporcionaron la ropa y los suministros que la familia necesitaba, y otras compartieron información sobre procesos y recursos.
Mientras buscaban atención médica, vivienda y matricular a los hijos de Alejandra en la escuela, "llamamos a todas las organizaciones de la lista de recursos de Denver y nos dijeron que no trabajaban con esa población porque exigían la condición de refugiado o asilado, o no contestaban o decían que el número era incorrecto", recuerda Coye.
Pasó un mes y la familia aún no había avanzado mucho en su asentamiento en la ciudad, a pesar de contar con la ayuda de un grupo de trabajadores sociales especializados. "Si yo, como trabajadora social capacitada para navegar por los sistemas, no puedo avanzar, la gente que viene de otro país y no habla el idioma tampoco puede avanzar", dice Coye. "No hay suficientes coordinadores de casos en el mundo porque el nivel de servicios y finanzas que se necesitan es muy grande".
En una junta de ayuntamiento organizado por la alcaldía y el consejo municipal de Denver, Coye tomó la palabra para advertir que la crisis migratoria y la crisis de la vivienda estaban a punto de converger, con consecuencias potencialmente catastróficas. Dice que nadie pareció escucharla.
"Los políticos a menudo se quedan cortos a la hora de cumplir, y las personas que más necesitan el apoyo son las más abandonadas", añade Hunte, quien emigró a Estados Unidos desde Santa Lucía a los 10 años. "No es que no tengamos recursos. Los tenemos. Se trata de a quién se considera digno y merecedor de los recursos. Cuidar de la gente no debería ser político, pero por desgracia lo es".